Escrito por ALFONSO & MIGUEL ROMERO
Nacida Sylva Koskinon en Zagreb, Yugoslavia, el 22 de
agosto de 1933, hija de padre griego y madre polaca. Durante la II Guerra
Mundial se traslada a Nápoles con su hermana, casada con un italiano, y allí se
gradúa en la secundaria y estudia física en la universidad. Su bello porte la
lleva a trabajar de modelo. Llama la atención de los productores (1) y ello la
traslada al mundo del cine con 22 años con la cinta “Siamo uomini o caporali?”
(1955) de Camillo Mastrocinque. En 1955 se instala definitivamente en Italia y
es elegida por Pietro Germi para que intervenga en su película “El
ferroviario”. Su abultadísima filmografía, que se prolonga prácticamente hasta
la fecha de su óbito, incluye todo tipo de producciones, bajo las órdenes de
los más variados directores: “Guendalina” (1958) de Alberto Lattuada, “Pobre y
millonario” (1958) de Dino Risi, “El alcalde, el guardia y la Jirafita” (1960)
de Luigi Zampa, “Las cuatro verdades” de Alessandro Blasetti, “Julieta de los
espíritus” (1965) de Federico Fellini, “Justine” (1969) de Jesús Franco, “El diablo se lleva a los muertos” (1972) de
Mario Bava...
Se la recuerda especialmente por el díptico junto a Steve
Reeves de “Hércules” (1958) y “Hércules y la reina de Lidia” (1959), ambos de
Pietro Francisci y piezas claves del triunfo del peplum en la cartelera
italiana (y mundial)
Trabajó principalmente en el cine transalpino, aunque
también hizo sus pinitos en Hollywood a finales de la década de los 60, donde
destaca sobre todo su participación al lado de Kirk Douglas en “Sindicato de asesinos”
(1968), dirigido por David Lowell Rich. Pero en la Meca del Cine le darían más
que nada papeles de lucimiento, sin mucha enjundia.
Fue, pese a sus orígenes croatas, una de las inolvidables
bellezas latinas del cine italiano de los años 60, junto a Sophia Loren, Gina
Lollobrigida, Silvana Mangano, Silvana Pampanini, Gianna Maria Canale, o
Eleonora Rossi Drago.
Se le atribuyeron romances con muchas de las estrellas
masculinas que coincidieron con ella en las
películas en las que intervino, pero sólo se casó en una ocasión y el
matrimonio duró poco, de 1967 a 1971. Fue con el productor Raimondo Castelli y
las nupcias las contrajeron en México, debido a que él aún estaba casado y su
esposa no le daba el divorcio. Sería declarado culpable de bigamia durante
algún tiempo.
Pero su unión sentimental con Castelli, al contrario de
los conocidos casos de Sophia Loren y Silvana Mangano, casadas con los
productores Carlo Ponti y Dino de Laurentiis respectivamente, no impulsó la
trayectoria profesional de Koscina. Su marido la instó a que trabajara más y
más en lugar de buscarle producciones de mayor calidad y repercusión. Ella
misma reconocería que hizo películas como una loca, actuando en 8 o 10 títulos
en un año, ganando mucho dinero que dilapidaba rápidamente. Su megalomanía fue
de sobras conocida, llegando a comprar una mansión que acabó teniendo que
vender al ser investigada por hacienda.
Murió en Roma, en una clínica privada, el 26 de diciembre
de 1994, a causa de un cáncer de mama, después de varios meses hospitalizada.
Le habían detectado la enfermedad unos años antes. Tras una primera operación
ella siempre minimizó la seriedad del tema y evitaba hablar de ello, decía,
para mandar un mensaje de esperanza a las mujeres.
Aunque participó primordialmente en comedias, en su
extensa filmografía igualmente hubo cabida para algunos giallos comenzando los
70. El primero que nos viene a interés es “Historia de una traición” (1971) que
estrena José Antonio Nieves Conde el mismo año que “Marta”, y como ésta, coproducción
hispano-italiana sobre un argumento de Juan José Alonso Millán, desarrollado en
un ambiente cosmopolita y con el protagonismo de la pareja formada por Marisa
Mell y Stephen Boyd. No faltan los toques lésbicos, como es ley en el género.
El director parecía mirar a su propia “Los peces rojos” (1955).
En 1972 la veríamos en un par de thrillers, “Rivelazioni
di un maniaco sessuale al capo della squadra mobile”, de Roberto Bianchi
Montero, y “Sette scialli di seta gialla”, de Sergio Pastore. En el primero,
Koscina encarna a la infiel esposa del inspector Capuano (Farley Granger), en
este crudo y muy sexual giallo que destaca entre las cintas dirigidas por el
exactor teatral reconvertido a realizador de no pocas exploitations. El segundo
citado, como ya se prevé desde su misma titulación, se acerca más al estilo
instaurado por Dario Argento, y el arma homicida es realmente original.
Para 1974 dos nuevas incursiones en el género, la
coproducción con España “Un par de zapatos del 32”, que llevara a cabo el veterano
Rafael Romero Marchent y que contó con la presencia de Ray Milland en el papel
principal, y “Delito d’autore”, de Mario Sabatini, donde coincidía con Luigi
Pistili y Pier Paolo Capponi.
Sylva Koscina, uno de los más bellos rostros (y físicos)
del cine italiano de los 60, la sonrisa de la Italia de los años del miracolo
economico, fue también una de las caras de la oscuridad.
(1) Al parecer su exitosa carrera debe también un poco a
la casualidad. Cuentan que uno de sus profesores le aconsejó que posara junto a
otras chicas con el campeón Rik Van Steenbergen en el Tour de Italia. Su foto
en los periódicos le abrió las puertas del cine.
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